Cuando era más joven, tenía mi propia empresa con un contrato en la ciudad de Toronto. Un día, durante un paseo por las calles después de que almorzara, ví muchas pobrecitas personas sin hogar que levantaban las manos vacías para suplicar por dinero. Muchos de éstos tenían carros de supermercado en donde ponían sus pertenencias como ropa, mantas y plástico para protegerse del clima. Miré algo, adelante como a 20 metros, en la banqueta y cuando me acercaba ¡me di cuenta que había un billete de 20 dólares! ¡Se ponía / (Estaba) enfrente de los pobrecitos! No podía creerlo, en ese tiempo yo ganaba mucho, ya que mi empresa era muy exitosa. Como sea lo recogí.
No pensé que una persona que tiene tanto pudiera ver eso que estuviera sentado enfrente de los que lo deseaban tanto. Como si anhelaran algo pero no lo pudieran ver a pesar de que les quedara debajo de sus narices. ¿Cómo es posible?
De repente me sentí mareado y me senté de prisa en el primer lugar que pude encontrar, en un gran macetero pesado de cemento con un árbol enorme. La ironía de la situación me dió una lección de humildad y mi mente era como si se llenara con el más pesado sentimiento que últimamente fuera la más profunda experiencia hasta ese momento de mi vida. Pensaba y me sentaba allá por mucho tiempo para decidir qué hacer. Por fin decidí comprar alimentos saludables para dar a los indigentes en la calle. Compré manzanas y porque mucha gente sin hogar no tiene dientes, también plátanos.
Satisfecho de mi decisión, conforme pasaron los días de esa semana, iba tratando de alimentarlos con las frutas aunque la mayoría las rechazaban, querían solo dinero.
Tal vez querían – hayan querido – quisieran solo comprar alcohol. ¿O me perdí de algo? Antes de que me fuera de Toronto, me comí las frutas sobrantes con tristeza y perplejidad.
Quizás, si hay un Dios, tenga sentido del humor del diablito o aún mejor haga reglas que causen la diferencia de las personas que pueden lograr sus deseos separados de los que no pueden ver sus añoranzas que están enfrente de sus propias caras.
Aunque no lo hubiera deseado más, aparece
Aunque lo habían deseado mucho, no apareció
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